La siesta, ese placer alcanzado por pocos pero tan arraigado en nuestra cultura. Aunque algunos sólo la disfruten para esperar a hacer la digestión y tener contenta a las abuelas, para un extranjero es extraño que un español no se eche un ratito después de comer.
Es una costumbre popular que a pesar de tener mala imagen internacionalmente, en cierta medida es saludable y en otros rincones del mundo son conscientes de ello.
En países como China y Japón la siesta es un síntoma de haber trabajado duro. Incluso en el Reino Unido, un empresario decidió optimizar el rendimiento de sus trabajadores y añadió la siesta a su horario de trabajo, obteniendo un aumento de la productividad.
Sin embargo para los Norte Americanos, dormir la siesta es el resultado de un trabajador perezoso, mientras que si te sientes cansado en plena reunión de trabajo en el norte de Kenia, no sería inapropiado quedarse dormido en plena discusión.
Pero las diferencias culturales del descanso van más allá de los horarios de trabajo. Para los occidentales, las horas de sueño de un niño y la manera en que son educados a la hora de ir a la cama, es fundamental para su buen desarrollo. Por otro lado, en culturas como la de Bali, los niños no tienen un horario establecido para dormir, sino que duermen cuando quieren y cuando lo necesitan. Esto se debe a que algunos rituales de sus habitantes duran toda la noche y los niños se han adaptado a los ruidos y horarios de los mismos.
En Japón por ejemplo, los niños suelen esperar a que sus padres vuelvan a casa antes de irse a la dormir y esto suele ser bastante tarde, ya que es costumbre ir a tomar algo después del trabajo casi a diario. A pesar de tener este tipo de horario, son de los primeros en levantarse, y es esta misma cultura la que menos horas diarias descansa.
Un dato curioso es la costumbre de dormir sólo o en compañía. Mientras para la cultura occidental lo más común es que la familia duerma en dormitorios separados, para las madres de algunas tribus de Nueva Guinea o Indonesia, dormir separadas de sus hijos sería impensable. En este grupo incluimos otra vez a nuestros amigos japoneses, los cuales duermen todos en familia en un mismo cuarto hasta la adolescencia de sus hijos. A mitad de camino, se encuentran los holandeses, quienes consideran que el buen descanso de sus hijos no depende de la compañía, sino de un horario y costumbres constantes. En el otro extremo encontraríamos a los estadounidenses, que aunque desde el nacimiento de sus hijos se separan a la hora de dormir para fomentar la independencia, se esfuerzan por encontrar soluciones a corto plazo para mantener a sus hijos dormidos, pero no establecen una rutina horaria forzada.
El descanso y las rutinas del sueño son una costumbre biológicamente necesaria pero condicionada culturalmente. Pertenezcamos a una cultura u otra, dormir bien es importante y contar con un buen equipo de descanso primordial.
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